domingo, 16 de enero de 2011

Rubalcaba y el azote de papá.

Venía yo hoy a explicarles que el amor es ese pasajero intempestivo; ese viajero impuntual que nos obliga a matar el tiempo; esa visita que siempre llega demasiado tarde o demasiado pronto y nos fuerza a parar el reloj para que siempre llegue en hora; que nos hace darnos cuenta de que corresponder al amor siempre es no hacerle notar que todavía no, o que ya no ... y de repente mi papá político, Alfredo, me ha dado un azotillo. Y claro la poesía se me ha ido al carajo, y el huesped que era el amor ha sacado sus alas y ha echado a volar, dejándome con la mano en ... las manecillas del reloj. Y es que tocaba de nuevo hablar de los privilegios pepiñescos de los Controladores Sinvergonzones, y ellos también han salido corriendo (tranquilos, han salido corriendo los privilegios, no los controladores. Cancún está asegurado).


Ha sido por Alfredo. Y no es por que Alfredo sea feo y el amor sea un niño asustadizo y malcriado, que también. Es por que ese amor que me tiene Alfredo es un poco ortopédico. Es un amor educador, que pretende llevarme a mi sitio. Es un amor platónico. Y con gusto les explicaría yo que el amor platónico es ortopedia, pero también magia. Y con gusto les explicaría también que el sitio al que pretende llevarme Alfredo no debe ser muy bueno, por que él y sus compañeros de trabajo no quieren ir. Pero cuando estoy a punto de hacerlo, una luz intensa me ciega y me obligo a volver la vista, y de repente me encuentro con esto:



"Para el Gobierno el mes largo que ha durado esta situación (el estado de alarma) ha servido para cumplir los objetivos que el Ejecutivo se había marcado: por un lado "garantizar el derecho de los españoles a viajar sin problemas y asegurar la normalidad en los aeropuertos en épocas complicadas"y por otro "lograr encauzar el diálogo" con los controladores que ahora negocian con AENA un nuevo convenio con unos plazos perfectamente establecidos." Es una cita literal de un medio de formación de masas de tirada nacional.


Toma ya. Casi na. He escuchado, con mi sentido especial para notar cadáveres revolverse en su tumba, un par de movimientos sísmicos. Freud ha sido uno de los responsables, y se reía como se ríen los muertos cuando alguien les da la razón: efectivamente, él sabía que, cuando los filtros y censuras se relajan, las palabras revelan la verdad. No hay errores o lapsus lingue. Hay lo que hay.

Fíjense con qué tranquilidad se nos confiesa Don Alfredo y su gobierno. Les cuento: el estado de alarma - y cito literalmente la ley que lo regula - se podrá declarar


"cuando se produzca alguna de las siguientes alteraciones graves de la normalidad:



a. Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud.

b. Crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.

c. Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución, y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo.

d. Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad."
Se pongan como se pongan, digan lo que digan, el tres de diciembre de 2010 no se dio ninguno de los 4 casos. No hay interpretación posible. Si eso es interpretable, sepan que lo será todo. La interpretanción en leyes tiene lugar ante la posibilidad de interpretar, es decir, en aquellos casos en los que la ley no es meridianamente clara. Aquí lo es. Y ahora, Alfredo y su gobierno nos explican, con inocencia y naturalidad, que es que se les había olvidado publicar en el BOE la modificación de esta ley. Por que, y queda claro por lo dicho por ellos mismos y que cito más arriba, el estado de alarma tenía como propósito - y vuelvo a citar literalmente - "cumplir los objetivos que el Ejecutivo se había marcado: por un lado "garantizar el derecho de los españoles a viajar sin problemas y asegurar la normalidad en los aeropuertos en épocas complicadas"y por otro "lograr encauzar el diálogo" con los controladores que ahora negocian con AENA un nuevo convenio con unos plazos perfectamente establecidos." Y así, con naturalidad, con Freud sonriendo desde la tumba, sin tapujos, nos lo confiesa en un lapsus el gobierno. 

Pero resulta que ni garantizar el derecho de los españoles a viajar sin problemas, ni encauzar el diálogo con los controladores está entre los motivos que permiten declarar el estado de alarma.

Para garantizar el derecho de los españoles a viajar sin problemas hubiera estado bien, por ejemplo, no cerrar el espacio aéreo con la mayor parte de los controladores de servicio trabajando. Hubiera estado bien, por ejemplo, haber convocado a trabajar a otros controladores para sustituir a los que estaban indispuestos.

El estado de alarma hiede a hoja de ruta acartonada que no sirvió en su momento. Huele a plan de acción trasnochado y aplicado donde no se podía aplicar. Huele a que ahí no cabe, pero tapando los ojos a la constitución más o menos cabe. Huele a que, y acabo, a partir de ahora, cuando a un gobierno cualquiera le incomode una situación laboral, acabaremos en estado de alarma. Huele a que a partir de ahora, diga la ley lo que diga, lo importante serán los objetivos del gobierno. Cómo alcanzarlos será una mera cuestión de procedimiento. El fin justificará los medios. 

La Constitución Española es, mucho más que cualquier otra cosa, un pacto. Y la fortaleza de un pacto se mide por la capacidad que tienen las partes de respetarlo. La Constitución, desde el día 5 de febrero de 2010, camina con muletas, anémica y desorientada, abandonada por sus supuestos guardianes. A los que pensaban que esto es sólo para controladores, les puedo recomendar una buena marca de vaselina. Que lo disfruten.

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