viernes, 31 de diciembre de 2010

Los privilegios de los Controladores. El retorno.


Permítanme que les diga que es una pena que lo grave nos aplaste con su peso mostrenco, obvio, plano; y que la camisa de fuerza de la inmediatez, que es esa soberana tiránica, esa forma de vida única, esa orejera de burro y para burro, nos someta a su camino. Hubiera querido hablar de otra cosa hoy. Justo ahora que desde una grieta en el asfalto, a nada que tuviéramos tiempo para escuchar, podría estar llamándonos una voz que dijera ser la Justicia, y nos pidiera que buscáramos entre las zarzas cercanas la palabra mágica para deshacer el hechizo que la mantiene presa. Justo ahora que el aire trae noticia, en un susurro casi imperceptible, de qué hay que decir para deshechizar el mundo de sus ataduras pepiñas. Pero nos lo vamos a perder. Y usted se lo perderá por lo que sea, pero yo me lo voy a perder porque soy un privilegiado.


¿Pero realmente lo soy?

Para saberlo habría que, como empezamos a hacer en el último post, ver qué es un privilegio y de qué forma se goza de él, quién y porqué lo goza. Vamos a ello.

Ya hemos visto que por tener agua corriente, algo que comer, estar vivos o tener un trabajo somos todos unos privilegiados. No serán éstos, por lo tanto, privilegios controladores. Veamos algunos otros:

El privilegio del salario y aledaños





martes, 21 de diciembre de 2010

Los Privilegios de los Controladores


Hoy, precisamente hoy, 

Debiera haberos contado
Que las palabras
No son si no el aire perfumado que expira
El mundo cuando ellas sonríen
pero, ¿como hablar de lo necesario cuando lo urgente muerde mis tobillos y me obliga a prestarle atención, como un perro de presa, inconsciente, capaz únicamente de bloquear su mandíbula de inmediatez sobre mis huesos lentos y diferidos? ¿Cómo podría hoy no sentirme un privilegiado, si hoy, precisamente hoy, ha vuelto a amanecer? Ha sido esta mañana, y, si no lo hubiera estado esperando, hubiera jurado que ha sido a traición. Y es que ayer estuve trabajando y , mientras lo hacía, entre improperios de algún piloto, silencio cómplice de otros que saben que son los siguientes, y la organización al bies con cruzadillo doble de mi centro de trabajo, me dio por poner en orden mis privilegios. O sea, contarlos y clasificarlos. Y he llegado a conclusiones contradictorias que en seguida les cuento, mis queridos lectores holográficos. Y me ha dolido la cabeza, porque, sin querer, una frase se repetía en mi cabeza. Era una frase automática que salía de lo más profundo de mi Glándula de Puaj, que es la encargada de segregar la hormona Nopuedeser que como ustedes saben forma parte del aparato excretor y sin ánimo de lucro. La frase decía así: ¡¡¡En Españezuela vuelve a amanecer!!!. 





domingo, 19 de diciembre de 2010

Las Guerras de los Controladores: el Glorioso Advenimiento del Conceto

Hubiera querido hoy hablarles de los ritmos olvidados del mar, de esos arcanos seductores que ensombrecen todo sentido, pero la urgencia de la situación hace que que deba aplazarlo para otro momento menos actual, menos Imperioso, como el caballo de ese hombretón espejo de virtudes para nuestros gobernantes actuales que era Jesús Gil. Y a mi, que no me acababa de convencer por lo impetuoso y por que no era muy democrático, y mira tu por donde, se ha convertido en ideal a seguir para nuestro gobierno.

EL GLORIOSO ADVENIMIENTO DEL CONCETO



viernes, 17 de diciembre de 2010

Las Guerras de los Controladores. Tachaaan. Los Orígenes.

Me hubiera gustado hablar hoy del amor, ese pájaro de terciopelo y carmín, que tan pronto canta canciones hipnotizadoras, como grazna como una harpía; pero hay asuntos más urgentes, y hoy no puedo, no puedo. Me debo al deber (valga la rebuznancia) histórico e investigador de relatar Las Guerras de los Controladores, esos seres que el comisariado político al uso pintó para todos como gentes abominables que tan pronto quieren igualdad de derechos, como de repente exigen que se cumpla la constitución; y cómo se enfrentaron, con sus armas de triple filo ensangrentadas de deseos de viaje tibio y de vacaciones en Cancún, al sublime estadista Josepho Blanco Conceto y su terrible ejército de Enanos Anticonstitucionales; y de cómo todo un pueblo llegó, por delegación y dejación de la función intelectual básica de ser crítico y tener criterio autónomo, a la conclusión de que su perfidia no conoce límites, e incluso quieren, según parece, vacaciones y días libres en el mes. De lo que ganan, ni hablamos.

Pero, mi hipotético lector, vayamos al asunto que nos ocupa.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Gran Cagada (una historia singular del conflicto de los controladores)

Quería, para empezar, haber escrito de otras cosas. Tal vez algo más poético, más de ficción. Incluso algún ensayo humorístico. Pero ahora mismo la cosa está que arde. Así que lo aplazo.

¿Por qué este aplazamiento? Verán, yo soy (o era, o ya no se muy bien, habrá que preguntarle al Coronel) controlador aéreo. Sí, ya se que está feo. Pero no se crean, no lo elegí tal y como está ahora. No les voy a decir que no lo escogí yo en un principio, por que sin duda el controlador se hace, no nace. O más bien, y por estirar el lugar común un poco más, nace, pero aun  no es controlador nada más nacer. Y yo tomé la decisión consciente de serlo (y además, hay cosas peores. Por ejemplo, político). Cuando digo que no lo elegí, es por que el significado de la denominación profesional Controlador Aéreo, ha variado sustancialmente desde el 4 de febrero hasta ahora, y la de ahora no es la que yo elegí: Antes del 5 de febrero, Controlador Aéreo significaba Tipo que tiene un curro difícil y de mucha responsabilidad, con algunas implicaciones chungas, pero, oyes, vosotros cobráis bastante bien, ¿no? Y tenéis un convenio bastante bueno, ¿a que sí? Jo, que suerte, oyes ¿que hay que hacer para ser controlador. Ésta es la definición del Dicshionary de la Kanfor Iuniversity, y he de decir que se ajusta mucho a la realidad. Pero, pero, pero, a partir del 5 de febrero de los corrientes (2010), la definición cambió, según se puede leer en el Dicsionairo del Ejpañol del Kongreso de los Diputados, versión revisada por el ilustre intelectual José Blanco Conceto, y que ahora dice así: